sábado, 18 de mayo de 2013

En esencia los grandes proyectos humanos obedecen a las necesidades que surgen en el desarrollo de la civilización, sin embargo una buena cuota del impulso inicial, cuando no toda la fuerza del empuje necesario para vencer obstáculos que en situaciones distintas simplemente impedirían la empresa, no proviene de los cálculos, ni siquiera de las posibilidades de fortuna si no de una necesidad de búsqueda de la trascendencia, también del componente revelador que pueda generar cambios dramáticos en una sociedad.

En un extremo está la megalomanía del ser capaz de personalizar el modo de las transformaciones que ocurran en civilización y en el otro el iconoclasta vestido de humanista, rector de conciencia y protector del  anónimo movido por la fuerza de temores propios.

Esta querella se manifiesta atraves de la historia de modo muy particular en el desarrollo de las ciudades, sus formas, necesidades: defensa, servicios, culto, poder, justicia, conocimiento y encuentro a partir del ejercicio de la construcción civil, el carácter que va adquiriendo según los tiempos de ocurrencia.

Hemos tenido un específico ejemplo de todo esto de principios a mediados del siglo XX en Europa central; concretamente la Bauhaus en el lado racionalista, limitante e iconoclasta y la síntesis signica que identifica el poder y el ideal del Fascismo.